ISIDRO CASTRO
DEMIURGO DE ATMOSFERAS CON MATERIALES PRIMITIVOS
Aceptar como irremediable que en el arte está todo hecho y dicho, y que toda innovación es imposible, supone con frecuencia un gran alivio. Pero es mentira. Para algunos creadores de hoy esa acumulación de experiencias artísticas supone un lastre en el que se ahogan sin remedio. Pero desde una perspectiva teórica, tal acumulación puede ser el punto de partida de nuevas experiencias y hallazgos desconocidos. Esta es la visión de todo gran creador de nuestro tiempo.
La aventura de Isidro Castro, vital y humana, se sumerge en los terrenos poéticos del universo y de su mente, y allí encuentra un tesoro inagotable, una realidad nueva e infinita.
Como visionario, quiere contarnos todo lo que ha visto y lo que ha entendido, cúmulo y fruto de sus viajes, y nos introduce en ese delicado ritmo de sus obras, —junto al color al material y al tema— el tiempo, vivo, donde descansa sin ostentaciones una base técnica sólida, reflejo consecuente del vitalismo del autor.
Alejado de forma precoz de los academicismos, supera con el tiempo sus formidables condiciones técnicas que podían haberle inducido.
Solitario y humilde, no padece la soberbia; todo lo contrario: la humildad.
Todo lo que sale de él ha pasado íntegramente por él, color, texturas y relieve, desde las formas a la composición.
No hay rigidez alguna en sus obras, en esa inmensa belleza en libertad. Una vez conseguido su objetivo, la concepción plástica, rige su evolución expresiva con su propia técnica lo que quiere representar, marcando ese ritmo natural. La carencia de ritmo o la torpeza de su comprensión y significado suelen ser las bestias pardas del arte masificado y gregario del consumismo occidental.
Es imposible que, por sencilla que resulte una obra plástica, el espectador pueda asumirla de una vez, condensando en un solo momento toda la información —y no digamos todo el gozo— que ofrece la mirada. Toda contemplación precisa un tiempo, toda mirada es temporal y ésta impone un ritmo externo, que la obra soporta por deseo y por capacidad de su autor, que ha introducido en ella, el tiempo, que conduce la mirada del espectador y la rige.
Lo verdaderamente esencial es que Isidro Castro siente musicalmente su pintura para plasmar las sutiles sensaciones plásticas y acústicas que se crean en su entorno. Y la desarrolla de forma que más que sujetar la materia a determinados movimientos, la somete a unos ritmos emparentados con la música; es ésta y no la historia la que en última instancia explica el sentido de una aparente cuarta dimensión en sus obras.
La creación artística se convierte así en un proceso en el que confluyen y se integran la intuición y el razonamiento. Cualquier juicio válido puede ser utilizado sin necesidad de abanderar su paternidad. El juicio ya estaba creado por la razón, no el temperamento, no el instinto creador.
Isidro Castro parece haber reflexionado más sobre el arte que sobre la vida; su realidad fluye desde el esteticismo y lo ve todo desde una dimensión que valora y persigue lo bello.
La inteligencia creadora de Castro se aplica sobre todo a las formas, y las diversas combinaciones de los elementos artísticos captando la quietud intimista y sinuosa, para abrir fisuras; una ventana a la imaginación que a menudo cobra presencia en tan singulares lugares. Quedando así la enorme plasticidad del autor reflejada sobre cada soporte, sin más aditamentos que los elementos y materiales más simples, la más primitiva materia. Y nos invita a llegar a un microcosmos latente, vibrante, rebosante de vida. El arte es su horizonte y apenas mira hacia otra parte.
Parece inevitable que la actitud primera del creador, la que pone en marcha los mecanismos y conceptos de sus intuiciones, es una curiosidad. Si esa actitud es ingenua, el alma del creador se llenará de asombro: desmesura de lo que se ve y tentación de ver que solo se anuncia o insinúa. Muchos posibles artistas no han podido superar ese momento de arranque y se han ahogado, impotentes o cobardes ante la magnitud colosal del espectáculo.
Castro se mantiene en el arte, y ante los problemas del arte, en una postura de asombro, admiración e ingenuidad interior su mirada estética es de una pureza conmovedora. Frente a la frecuente inmoralidad del arte de nuestro tiempo, que se origina y desarrolla por necesidades y prejuicios ajenos al arte.
El dibujo estructura la obra, la construye y la hace posible y visible así mismo. Se la representa por medio de de un dibujo básico de pequeño formato, trazado con una seguridad y una fidelidad asombrosa. Allí esta todo ya, porque él lo ve todo allí, aunque el dibujo, en puridad, solamente asegure la estructura; ya es bastante, no necesita más.
Cuando el creador da paso desde el dibujo a la obra plena es cuando, en realidad compone; y todo se interconecta y modifica en ese proceso constructor de expresión de la idea, y que Isidro Castro ha sabido integrar como pocos, con solidez y delicadeza de lo etéreo.
El dibujo se integra sólidamente en la obra llegando a diluirse en ella; no obstante su presencia asegura la solidez de todo el conjunto que sería impensable sin ese soporte formal.
Las texturas unidas al color "modelan" y dan carácter a su superficie, a su piel. Mientras que del color me interesa hacer ver su relación estrecha con todos los demás elementos: texturas, ritmo compositivo, claroscuro, forjando también el volumen de sus lavas, escorias, y ocasionalmente, sus nubes y cielos majestuosos, sólidos y delicados, cargados de una atmósfera aplastante.
Este punto de partida impone igualmente un tipo de visión e interpretación diferente: la expresividad inmediata de los primeros planos y la contemplación poética de los amplios horizontes.
Fiel a sí mismo y al propio tiempo, sus temáticas siguen los mismos planteamientos, las llanuras y planicies áridas junto al entorno volcánico de las islas, llegando en alguna ocasión a contemplar la erupción de un volcán. Debe llevarlos bien cogidos a su memoria: no en vano lleva más de veinte años observándolos, conviviéndolos; conoce la intimidad de sus detalles, sus recovecos e incluso su aire, su viento de seca imprevisión. Sin embargo, cada vez que los vuelve a pintar es como si buscara ser sorprendido por un relieve inédito, un matiz de color no observado antes, una forma-piedra sepultada por el musgo o grieta-cuya presencia le hubiera pasado inadvertida
Para Isidro Castro, la naturaleza es el punto de partida, una especie de estímulo a su imaginación, que es donde construye la obra. Y si aquella es eficaz, la realidad y cuanto se relaciona con ella estará a su servicio como un nutriente para el talento del artista.
Cuando hablamos de estilo, nos referimos a un conjunto de cualidades, a una pluralidad de características, que en los grandes creadores suele ser compleja y amplia. Dándose el caso de todas las variables que definen el estilo de un autor; en la combinación adecuada de ellas tiene el artista la posibilidad de conseguir una variedad que sea compatible o paralela con su estilo.
Isidro Castro ha mostrado durante los últimos veinte años su fidelidad a unas técnicas materiales y formas expresivas que eran la síntesis de su ideología estética y de su estilo de artista. Esto ha supuesto dos cosas: la profundización en su propia originalidad creadora y el desdén absoluto por todo lo que en ella no encajaba.
Ha prescindido de éxitos fáciles que habrían supuesto su adscripción a las ondas de la moda, para imponerse un estilo peculiar, algo escaso en el arte actual, en el que lo normal es la ausencia, la carencia de estilo y la inmersión complacida del artista en una amalgama tumultuosa donde todo es posible y nada necesario. Para Castro el estilo es esencial porque adecua la forma a la idea. No le interesa expresar cualquier cosa, sino aquello que quiere expresar, depurando y esclareciendo un lenguaje adecuado a ella.
En base a un conocimiento muy sólido de la tradición, Isidro Castro ha levantado su original e irrenunciable testimonio estético. Su vocación por no ser uno más, por ser distinto y solo, es admirable. Nos muestra sin pudor ni exhibicionismo la delicadeza, elegancia, serenidad, equilibrio, armonía y sutileza de sus obras, ese dialogo que viene al encuentro con el espectador. Del arte surgen las cosas cuya idea está en el alma, a través de muchas nociones obtenidas por la experiencia.
Isidro Castro no cabe en ninguna estadística, no aporta su creatividad, su intuición y su técnica para conseguir modas del arte; es un caso de necesidad, de determinismo creador.
La obra de Isidro Castro, si bien se adentra y experimenta con variadas técnicas y soportes, también nos conduce por esas pinceladas paralelas de sonidos envolventes, ambientales y evocadores de su música electrónica, que nos trasladan y nos sitúan en ese mundo, donde el autor haya su musa, cubriéndonos aún más con esa atmósfera impregnada de audibles percepciones que capta en ese entorno tan privilegiado.
El autor se sumerge en la vivencia sublime de lo natural tras visitar Islandia, país que acrecentó en mayor medida su particular lente perceptiva del entorno donde desarrolla su obra. Islandia marcó un nuevo y admirable camino, fascinado por todos los remotos lugares descubiertos, cercanos por el paralelismo volcánico que une Canarias con aquella isla, donde la magnificencia del entorno hace que la comprensión de ese mundo sugiera un diálogo ya existente del creador con el paisaje, transcribiendo en cada obra fragmentos de su intimidad.
ERSCHAFFER VON ATMOSPHäREN MIT PRIMITIVEN MATERIALIEN
Für manch einen mag es eine groβe Erleichterung sein zu akzeptieren, dass kein Weg daran vorbei führt, dass in der Kunst schon alles ausgedrückt und gesagt wurde. Doch dies ist eine Lüge. Für einige Kreative der heutigen Zeit bedeutet diese Vielzahl künstlerischer Erfahrungen eine Last unter der sie unweigerlich zusammenbrechen. Doch rein theoretisch betrachtet kann diese Tatsache sehr wohl auch Ausgangspunkt für neue Erfahrungen und bisher unbekannte Erfindungen sein. Dies ist die Vision eines jeden groβen Künstlers unserer Zeit.
Das Abenteuer von Isidro Castro, voll von Lebendigkeit und Menschlichkeit, taucht in das poetische Land des Universums und des Geistes ein, und trifft dort auf einen unerschöpflichen Schatz, eine neue und unbegrenzte Realität.
Als Visionär möchte er uns all das, was er auf seinen Reisen gesehen und verinnerlicht hat vermitteln, und uns in den zarten Rhythmus seiner Werke einführen, - gemeinsam mit Farbe, Material und Thema - die Zeit, so lebendig, wo ohne Stolz eine solide, technische Grundlage ruht, das naturgetreue Spiegelbild der Vitalität des Künstlers
In seiner Jugend um höhere Bildung gebracht, eignet er sich mit der Zeit selbst beeindruckende technische Fertigkeiten an, die ihn niemand gelehrt hat. Er ist Einzelgänger - ein einfacher Mensch dessen Persönlichkeit nicht von Arroganz sondern – im Gegenteil – von Bescheidenheit geprägt ist. Alles was aus ihm herausströmt, hat ihn zuvor vollkommen durchdrungen - Farbe, Textur und Relief, angefangen von den Formen bis hin zur Zusammensetzung.
Es gibt keine Strenge in seinen Werken, in dieser immensen, freien Schönheit. Wenn er einmal sein Ziel, die plastische Empfängnis, erreicht hat, entwickelt er diese mit seiner eigenen Technik und seinem natürlichen Rhythmus weiter. Das Fehlen von Rhythmus oder das falsche Verständnis seiner Bedeutung ist das Resultat der Kunst in Massenproduktion und des westlichen Konsumismus.
Auch wenn ein plastisches Werk noch so simpel gestaltet ist, ist es unmöglich, dass es vom Betrachter mit einem einzigen Blick erfasst werden kann, indem er versucht die gesamte Information – ja seine gesamte, geballte Schönheit - in einem einzigen Augenblick zu erfassen.
Alle Betrachtung braucht seine Zeit, denn jeder Blick ist vergänglich und unterliegt dem externen Rhythmus, den das Werk durch den Wunsch und das Können seines Erschaffers erhielt. Der Künstler lieβ die Zeit, die den Blick des Betrachters führt, in seine Kreation mit einfliessen.
Die eigentliche Essenz ist, dass Isidro Castro seine Malerei als Musikstück empfindet, und versucht die subtilen, plastischen und akustischen Empfindungen, die er in seinem Umfeld wahrnimmt, auf sein Werk zu übertragen.
Und er entwickelt seine Kunst auf eine Art, die nicht einfach bestimmte Bewegungen an der Materie vornimmt, sondern diese einem Rhythmus, der aus der Musik kommt, unterwirft; dies ist es, und nicht die seine Geschichte, welche in der letzten Instanz den Sinn einer offensichtlichen 4. Dimension seiner Werke erklärt.
Das künstlerische Schaffen wird auf diese Art zu einem Prozess in dem Intuition und logisches Denken zusammen flieβen. Jede gültige Denkweise kann genützt werden, ohne dass sie von dem Künstler erfunden wurde. Diese Denkweise war schon vom Verstand geschaffen, nicht vom Temperament, noch vom kreativen Instinkt.
Es scheint als hätte Isidro Castro mehr über die Kunst nachgedacht als über das Leben; seine Wirklichkeit flieβt aus dem ästhetizismus und betrachtet alles aus einer Dimension, die das Schöne schätzt und anstrebt.
Die kreative Intelligenz von Castro kommt vor allem in seinen Formen zum Ausdruck, und in den verschiedensten Kombinationen der künstlerischen Elemente, indem er Intimität und Ruhe einfängt, um Klüfte zu öffnen; ein Fenster zur Phantasie, die oft an derart einzigartigen Orten zum Vorschein kommt. Dadurch bleibt die enorme Plastizität des Künstlers auf jeder Leinwand eingeprägt, ohne weitere Hilfsmittel, abgesehen von den einfachsten Elementen und Materialien, der primitivsten Materie. Und so lädt er uns ein in seinen verborgenen, vibranten, vor Leben überströmenden Mikrokosmos; die Kunst ist sein Horizont und er blickt kaum jemals in eine andere Richtung.
Es scheint unvermeidlich, dass es vorerst eine gewisse Neugierde ist, welche die Mechanismen und Konzepte der Intuition eines Künstlers in Gang bringt. Wenn seine Suche reinen Herzens ist, wird die Seele des Künstlers von Erstaunen erfüllt. Viele potenzielle Künstler konnten diesen Moment des Beginns nicht verkraften und blieben auf der Strecke, hilflos oder aus Angst vor der immensen Gröβe des Schauspiels, das sich ihnen bot.
Castro bleibt der Kunst treu, und verharrt in einer Stellung des Staunens, der Bewunderung und der innereren Klarheit…sein ästhetischer Blick ist von berührender Reinheit. Dies stellt einen Gegensatz zu der gängigen Immoralität der Kunst unserer Zeit dar, die ihren Ursprung und ihre Entwicklung in Notwendigkeiten und Vorurteilen hat, die mit Kunst nichts zu tun haben.
Eine Skizze strukturiert das Werk, sie bildet es und macht es dadurch möglich und sichtbar. Es ist eine einfache, kleine Zeichnung, die mit erstaunlicher Sicherheit und Genauigkeit skizziert wird. In ihr ist schon alles enthalten, weil er schon alles darin sehen kann, obwohl die Zeichnung in ihrer Reinheit nur die Struktur sichert. Ihm ist dies schon genug, er braucht nicht mehr.
Wenn der Künstler von der Skizze zum Werk übergeht, beginnt die eigentliche Komposition; In diesem Erschaffungsprozeβ wird alles miteinander verbunden und verändert, und die Idee erfährt ihren Ausdruck, was Isidro Castro wie nur wenigen anderen gelingt, mit seiner verträumten Mischung aus Bestimmtheit und Zartheit.
Die Skizze wird in das Werk integriert, in welchem sie sich schlieβlich auflöst; Trotzdem sichert ihre Präsenz die Solidität des Gesamtwerkts, denn dies alles wäre undenkbar ohne diese formelle Stütze.
Die Textur, gemeinsam mit der Farbe, “modelliert” und verleiht der Oberfläche - der Haut - Charakter. Er möchte die enge Beziehung zwischen Farbe und den restlichen Elementen hervorheben: Textur, kompositorischer Rhythmus, Helligkeit und Dunkelheit, Lava, Steinformationen, gelegentliche Wolken im majestätischen Himmel, fest und zart zugleich, mit ihrer erdrückenden Atmosphäre.
Dieser Punkt bedingt auch eine andere Art von Betrachtung und Interpretation: Die unmittelbare Ausdrucksfähigkeit der ersten Skizzen und die poetische Betrachtung weiter Horizonte.
Er bleibt sich selbst und seiner Zeit treu, und seine Thematiken folgen denselben Regeln - trockene Ebenen und weite Landstriche, eingebettet in die vulkanische Landschaft der Inseln und vereinzelten Vulkanausbrüchen. All dies ist tief in seinem Herzen verankert. Nicht umsonst hat er dieses Schauspiel der Natur in den vergangenen zwanzig Jahren genau beobachtet und verinnerlicht. Er kennt die Intimität aller Details in und auswendig, jede seiner Ecken und sogar ihre Luft, ihren trockenen, unberechenbaren Wind. Und doch scheint es ihm jedes Mal, wenn er diese Dinge auf die Leinwand bringt, als könne er jederzeit von einem bisher unbekannten Relief überrascht werden, von einer nie zuvor bemerkten Farbschattierung, oder von einem Stein, der von Moos bedeckt war oder in einer Felsspalte versteckt war, und dessen Vorhandensein er bisher nicht wahrgenommen hat…
Für Isidro Castro ist die Natur der Ausgangspunkt, die Stimulation seiner Phantasie, der Ort an dem sein Werk entsteht. Und wenn seine Phantasie erst einmal in Gang gebracht ist, dann steht ihm die Realität und alles was damit verbunden ist als Nahrung für sein Talent zur Verfügung.
Wenn wir von Stil sprechen, meinen wir eine Vielzahl von Vorzügen, eine Ansammlung von Charakteristika, die in groβen Künstlern normalerweise komplex und weitläufig sind. Alle Variablen, die den Stil eines Künstlers definieren; in geeigneter Kombination mit diesen hat der Künstler die Möglichkeit eine Varietät zu erreichen, die sich mit seinem Stil deckt oder parallel dazu ist.
Isidro Castro hat während der vergangenen zwanzig Jahre seine Treue zu einigen Techniken, Materialien und ausdrucksstarken Formen bewiesen, die die Synthese seiner ästhetischen Ideologie und seinem künstlerischen Stil darstellen. Dies hatte zwei Dinge zur Folge: Die Vertiefung seiner eigenen kreativen Originalität und die kategorische Ablehnung von allem was dieser nicht entsprach.
Er verzichtete auf gesicherten Erfolg, den er erreichen hätte können, wenn er seine Kunst der gängigen Mode angepasst hätte, um seinen eigenen Stil zu verwirklichen. Dies ist etwas Seltenes in der heutigen Kunst, in der die Abwesenheit und das Nichtvorhandensein von Stil als normal angesehen wird, genauso wie das Eintauchen des Künstlers in ein tumultreiches Amalgam in dem alles möglich und nichts notwendig ist.
Für Castro ist der Stil seine Essenz, denn er bringt Form und Idee zusammen. Er ist nicht daran interessiert irgendetwas auszudrücken, sondern er möchte etwas ganz Bestimmtes ausdrücken, mit reiner und klarer Sprache, die der Form entspricht.
Basierend auf seinen soliden Kenntnissen der lokalen Tradition, hat Isidro Castro sein originales und unabdingliches, ästhetisches Zeugnis gegeben. Es ist nicht sein Bestreben nur einer mehr zu sein, er ist einfach anders und geht seinen Weg im Alleingang, was bewundernswert ist. Er zeigt uns ohne Scheu oder Exhibitionismus die Zartheit, die Eleganz, die Heiterkeit, das Gleichgewicht, die Harmonie und die Subtilität …seiner Werke, in Form eines Dialogs, der beim Treffen mit dem Betrachter entsteht. Aus der Kunst entstehen jene Dinge, deren Ursprung in der Seele wohnt, durch tiefgreifende Kenntnisse, die durch Erfahrung erworben wurden.
Isidro Castro passt in keine Statistik, denn er stellt seine Kreativität, Intuition und Technik nicht zur Verfügung um eine künstlerische Mode zu schaffen; es ist ihm vielmehr ein Bedürfnis, ja, eine kreative Berufung.
Das Werk von Isidro Castro experimentiert mit verschiedenen Techniken und Leinwänden, und führt uns durch parallele Pinselstriche von sich entwickelnden Tönen, seiner träumerischen, elektronischen Musik, die uns in eine Welt transportiert, in der der Künstler seine Muse findet, in der wir mit einer Atmosphäre von hörbaren Wahrnehmungen bedeckt werden, die er in diesem privilegiertem Umfeld erfährt.
Der Künstler taucht nach einem Islandaufenthalt in die subtile Erfahrung der Natur ein, denn dieses Land hat seine ohnehin schon auβergewöhnlich sensible Wahrnehmung für die Landschaft in der sein Werk entsteht, noch stärker akzentuiert. Island hat ihm einen neuen und wunderbaren Weg eröffnet, hat ihn mit all seinen abgelegenen Orten in seinen Bann gezogen. Die Insel ist durch den vulkanischen Parallelismus mit den Kanaren verbunden. Durch die Groβartigkeit dieser Landschaft wird das Verständnis von dieser Welt in einem Dialog des Künstlers mit der Landschaft angedeutet, und dieser gibt in jedem Werk Fragmente seiner Intimität preis.